Una multitud siguió de cerca el miércoles pasado cada una de las frases de Francesco Tonucci desde las butacas, escaleras y pasillos del auditorio del Rectorado de la UNC. Organizada por Fundación Arcor y la Universidad Católica de Córdoba (UCC), la conferencia que en un principio se iba a llevar a cabo en el auditorio de la UCC, días antes tuvo que cambiar de lugar debido a la gran cantidad de inscriptos, que superó holgadamente todas las previsiones.
Desde temprano, el edificio de Baterías D de la Ciudad Universitaria se fue poblando de estudiantes, docentes y público de todas las edades que formó una larga fila frente a la mesa de recepción e ingreso a la sala. Hacia el comienzo del encuentro, el rector de la UCC, padre Alfonso José Gómez, distinguió al pedagogo italiano con el título de Doctor Honoris Causa, en tanto que el Ministerio de Educación de la Provincia declaró de interés educativo a la actividad, y la Legislatura provincial manifestó su beneplácito por la presencia de Tonucci en Córdoba.
La conferencia, titulada “Necesitamos a los niños para transformar la escuela”, interpeló desde la convocatoria misma a los actores involucrados en el quehacer de la escuela: funcionarios, directivos, maestros, alumnos y padres. Y allí estaban todos, para escuchar –los más jóvenes, quizá por primera vez- la propuesta del creador de La ciudad de los niños.
Javier Rodríguez, coordinador de Fundación Arcor Argentina, fue el encargado de presentar a Francesco Tonucci. “Para salvar la escuela, para transformarla, necesitamos a los niños; es necesario escuchar a los niños”, afirmó.
“¿Por qué necesitamos a los niños para salvar la escuela?”, preguntó Tonucci, dando comienzo a su exposición. “Puede parecer un título banal…, pero no, los niños y las niñas se quedan afuera de la escuela. La escuela sigue siendo para pocos. Hace sesenta años era declaradamente para pocos; ahora hemos avanzado; ha sabido transformarse aparentemente para todos, pero no es así”, sentenció. El autor de Frato, nombre del personaje que dibuja en viñetas con la intención de exponer su pensamiento, puso como ejemplo el dibujo que realizó hace muchos años, titulado “La máquina de la escuela”, en el que entraban, por un lado, todos los alumnos -distintos unos de otros- y salían, por el otro, todos iguales. O no salían, los rechazaban.
“La escuela propone poco”, dijo. “Matemática, lengua… Los que nacieron músicos, actores o artesanos, ¿qué harán? Si los niños no encajan en la propuesta de la escuela, se quedan afuera. Yo creo que el papel de la escuela es aprobar, tendría que ser tan buena, que todos aprueban y no se quedan afuera”, afirmó para luego agregar: “El 90 por ciento de los delincuentes no completaron la escuela. Es una gran responsabilidad”.
“Una escuela para todos, significa una escuela que acepta a los alumnos tal cual son”, señaló frente a un auditorio expectante. “Es decir, una escuela democrática”.
“¡Y las aulas…!”, suspiró. “Ya el modelo es sospechoso…”, comentó mientras el público soltaba una sonrisa. “Conozco otros espacios similares que dan a un pasillo. A mí no me gusta”, afirmó. “Me gusta más compararlas con una casa, en la que pasamos a los distintos ambientes para vivir distintas cosas. Lo que tenemos que discutir es la escuela, especialmente, para los que tienen problemas, para los que todo lo que pueden recibir es por la escuela”. “Que la escuela renuncie al aula y los reemplace por talleres y salas de laboratorio”, propuso, generando una ovación.
El investigador nacido en Fano en 1940, imaginó el día escolar como “un recorrido”. De los tres ámbitos de la educación en donde a lo largo del tiempo se han realizado reformas –los programas, la didáctica y la evaluación- aseguró que los funcionarios se han dedicado casi exclusivamente a los programas, a la estructura; y desde hace unos diez años, a la evaluación. Ante esto, aseguró que lo que realmente puede salvar a la escuela está en la didáctica, en los maestros, “en los buenos maestros”, puntualizó. “No puede ser una suerte tener un buen maestro, debe ser una garantía. ¿Cómo?”, se preguntó. “La formación debería ser coherente con el modelo educativo”.
“El cambio cuesta”
Hacia el final de la conferencia, Javier Rodriguez le preguntó cómo pasar de las buenas experiencias educativas a un sistema, a una política educativa. “El cambio cuesta”, advirtió Tonucci. “Los buenos maestros siguen siendo algunos pocos. Los buenos maestros son incómodos, seguramente han tenido problemas con sus colegas. Son peligrosos porque sientan un precedente. Y como cambiar significa un esfuerzo, a veces prefieren denunciarlos. Por eso es importante el rol de los directores, para que las buenas experiencias se transformen en modelos para los demás. Los buenos maestros deberían tener el apoyo de las autoridades para que puedan ser imitados”, subrayó al finalizar la conferencia.
En medio de la algarabía y de pie, el público registró -celulares en alto- la adhesión y afecto por Francesco Tonucci.