Entre los múltiples efectos generados por la Pandemia del COVID-19 podemos encontrar un notable impacto en el desarrollo integral de los niños y niñas, quienes por largos meses han visto vulnerado un derecho esencial: el jugar libremente.
“Nunca en la historia de la humanidad habíamos tenido una experiencia como ésta, de encierro forzado”, señala Patricia Castillo, psicóloga de la Universidad Católica y Doctora en psicología de la Universidad de Paris, quien enfatiza que una parte importante del desarrollo que se realiza desde los primeros meses de vida y durante la niñez, se vio afectado producto de la pandemia y de no poder ejercer el derecho al juego en todas sus dimensiones y facetas. Un conjunto de destrezas físicas y motrices se han visto perjudicadas, lo que repercute en el desarrollo neuronal durante la primera infancia.
El reconocimiento del derecho al juego que tienen todos los niños, niñas y adolescentes está explicitado como una actividad esencial, en el artículo 31 de la Convención sobre los Derechos del Niño, ratificada por Chile hace 30 años. Es más, cada 28 de mayo se conmemora el “Día Internacional del Juego”, una propuesta que nació desde la Agrupación Internacional de Ludotecas y que se celebra en 40 países, desde el 2001.
La psicóloga Castillo, señala que el juego es una actividad que se desarrolla fundamentalmente a lo largo de toda la vida y tiene diversos roles según nuestra etapa de desarrollo. “El juego aparece tempranamente en los bebés que comienzan a jugar con su cuerpo y con ello transitan por geografías, lugares, texturas, olores, circuitos, lo que les permite lograr destrezas y habilidades. En la primera infancia, les permite elaborar conflictos de la vida cotidiana, comprender temas según las vivencias del cuerpo”.
Iniciamos nuestro aprendizaje en el mundo tocando, saltando, trepando, corriendo, compartiendo con otros, experimentando. El juego colectivo permite el desarrollo de capacidades cognitivas, incluso en el espacio matemático, habilidades motrices, incorporación de reglas sociales, hacemos preguntas y encontramos respuestas a problemas complejos, desarrollamos la empatía, la cual depende de los espacios de interacción social.
La profesora de Educación Física, Docente de la Universidad Católica y coordinadora académica del programa de formación “Promotoras para la Vida Activa”, de Fundación Arcor Chile, Claudia Marín señala: “Con la pandemia, en un principio, los niños y niñas fueron vistos como los transmisores del virus y vieron limitadas sus posibilidades de moverse de manera drástica, la indicación era que no salieran y tuvieran el menor contacto posible fuera de su casa, esto sin duda generó un impacto emocional enorme. Estos cambios de habitar el espacio generan que se pierda el juego como un derecho y pasa a ser un privilegio”.
“El juego es una acción natural para los niños y niñas, es lo que los mueve, es desde donde conocen el mundo, a ellos mismos, a los otros, la exploración que es dada a través del juego es lo que nos ayuda a aprender. Con el juego tienen la posibilidad de expresar sus emociones, experimentar y poner en práctica la creatividad”, señala la profesora Marín.
“El encierro lleva a que esta variedad de experiencias no se vivencien, las guaguas nacidas en pandemia han basado su aprendizaje en los adultos significativos que viven con ellos, pero todo lo que significa incorporar el espacio público está inhibido, son ajenos a los ruidos cotidianos al transitar por la calle, a variedad de voces, de otras personas, etc. Hoy todo eso que es cotidiano y parte del desarrollo está totalmente limitado. Por tanto, su sistema inmune y su desarrollo social, se ha visto afectado, la incorporación de lo extraño, que te lleva a comprender el círculo de lo íntimo. Luego, durante la primera infancia entre los 3 y 7 años, es el tiempo donde se incorporan las reglas sociales, hábitos de higiene, interactuar con otros como lo es compartir una colación o el almuerzo en el jardín o el colegio, la negociación de los juegos con los pares que implica ponerse de acuerdo sobre qué jugar, etc. Es la etapa donde se desarrolla el carácter compartido” expresa Patricia Castillo.
Qué podemos esperar de las generaciones afectadas
Sobre los posibles efectos que esta limitación de los momentos y espacios de juego, podría tener en los niños y niñas, Claudia Marín señala: “Mirado desde el desarrollo emocional, vamos a tener efectos negativos del disfrute por haber perdido el derecho a elegir a participar con otros, interactuar, practicar el autoconocimiento, tener un aprendizaje limitado, etc. Se han perdido espacios públicos cotidianos, incluso los recreos y la forma en que se juega en tiempo de pandemia ha cambiado”.
“Si esto continúa así, podría haber enormes dificultades para romper barreras de lo social, saber negociar, como consensuar, adaptarse a las reglas, saber cómo cuidarse y cuidar al otro. Ya se está viendo afectado el componente social, la eficacia escolar, el construir con un componente lúdico. Se podría agudizar el tener individuos más egoístas e individuales de lo que ya éramos antes de la pandemia. Los niños cada vez salen menos, se ha hecho menos necesario, la casa se ha convertido en el único espacio posible, se ha perdido la necesidad del otro y los espacios sociales. Faltan ritos, juegos, elección de participantes, ahora todo está gobernado por la mirada adulta, no es lo mismo invitar un par de niños a jugar la casa donde la actividad esta cuidada por los adultos”, enfatiza la psicóloga Patricia Castillo.
Desde esta perspectiva, el respeto de los derechos de los niños y niñas no está siendo reconocido plenamente, el hecho que las medidas sanitarias consideren más a las mascotas, es porque en el fondo se está autorizando a los adultos para salir a pasearlas, finalmente ellos son lo que votan, los que tienen poder de decisión y por tanto se les entrega esa libertad. En cambio, los niños y niñas son responsabilidad privada de los padres, madres o tutores, el Estado delega a las familias sus derechos. De ahí la importancia de que sean incorporados en el diseño, en las estrategias de prevención del contagio del COVID, que se reconozca el carácter responsable que los niños y niñas tienen; persiste aún una mirada de la niñez medieval, que no confía en sus capacidades, a pesar que ellos han demostrado que sí son capaces de seguir reglas, respetar normas y cuidarse, enfatiza la psicóloga.
Formando sobre promoción de vida activa en primera infancia
Considerando la importancia que la actividad física y el juego activo tienen para el desarrollo integral de los niños y niñas, especialmente en la primera infancia, la Fundación Arcor ha fortalecido la realización de capacitaciones en esta materia a educadoras y técnicos en educación parvularia a través de su portal educativo, con el curso “Formación de Promotoras en Vida Activa”.
En esta oportunidad, la capacitación se realiza con la participación de 123 educadoras, técnicos en educación parvularia y docentes de establecimientos educativos en la alianza que Fundación Arcor Chile tiene con las municipalidades de Renca, Puente Alto, La Reina, San Joaquín, Santiago y JUNJI de la región de O’Higgins. Esta actividad cuenta con la certificación de la Universidad San Sebastián.
La Directora Ejecutiva de la Fundación Arcor Chile, María Laura Berner, señala: “Nos alegra iniciar un nuevo ciclo de este curso con un grupo tan diverso en nuestro programa Promotores de Vida Activa que se inició el 2015, y que a la fecha, ha capacitado a más de 300 profesionales de la educación parvularia en distintas comunas del país. Con esto sabemos que podemos llegar a muchos más niños y niñas mediante el fortalecimiento de las herramientas pedagógicas de sus educadoras”.
Fundación Arcor invita a ingresar a su portal educativo portaleducativo.fundacionarcor.org que contiene una variada propuesta de de formación a través de cursos autogestionados, con seguimiento de tutores y diplomaturas, de libre acceso para toda persona que se interese en la temática de la Niñez.
Mayor información en https://www.fundacionarcor.cl/
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